Mediación: ¿para qué? ¿realmente me aporta algo?

Cómo hemos sido educados: “buenos y malos”.

En nuestra cultura nos han enseñado desde pequeños que hay “buenos y malos”. Dentro de este modelo, los que hacen lo que “la autoridad” quiere son recompensados, y los que no lo hacen son castigados. Aprendemos que nuestro valor como personas, como seres humanos, recae en si somos aprobados por “la autoridad” o no.

Esta visión como personas también la aplicamos a los conflictos. En cuanto surge un conflicto, inmediatamente tiene que haber un culpable, “un malo”. La mayoría de nosotros estamos muy bien entrenados en esta manera de pensar.

Un cambio de enfoque.

Un cambio de perspectiva a estas enseñanzas que hemos absorbido desde pequeños puede ayudarnos en gran manera a gestionar los conflictos y a sacar provecho de ellos.

Las premisas cambian y en lugar de ver “buenos y malos” nos va a ayudar el siguiente enfoque:

  • Todo lo que hacemos los seres humanos, lo hacemos con el fin de tratar de satisfacer nuestras necesidades.
  • Como seres humanos queremos contribuir a los demás, si esto se hace sin coacciones.

Siempre tenemos la libertad de elegir cómo vemos a los demás y el mundo. Como habitualmente, o con esta nueva perspectiva.

La mediación aplica este segundo enfoque, que se centra en crear la conexión entre las partes para luego encontrar una forma de satisfacer las necesidades de todos. La idea de “quién es el culpable” o “qué es justo”, es contraproducente.

La mediación se esfuerza por crear la confianza en que las necesidades de todos serán atendidas en la mayor medida posible.

Cómo tratar los conflictos

La perspectiva “tradicional” que tenemos de los conflictos es que son negativos y malos. Por lo tanto siempre debemos tratar de evitarlos. El conflicto es una señal de que alguien ha hecho algo malo. Los conflictos los comienzan los alborotadores o las personas difíciles, por lo que necesitamos tener formas eficaces de controlar a esa gente. El control y la armonía se crean superando a nuestro oponente, y, a veces, hay que hacerlo con algún tipo de castigo o por medio de la violencia o la coacción.

Incluso, cuando queremos proteger a los demás de cualquier daño, normalmente nuestro primer impulso es el de detener el conflicto, en lugar de tratar de ayudar a las partes a entenderse entre sí. El peligro de tratar de suavizar o detener el conflicto es que estas acciones ayudan a que éste crezca y se haga más fuerte, hasta que la situación se hace insostenible.

Con la mediación aplicamos el enfoque opuesto: los conflictos son naturales y pueden ser gestionados. Los conflictos se producen cuando hay valores y sueños fuertes. Los conflictos pueden ser enriquecedores y pueden contribuir a la creación de nuevas formas de cooperar. Los conflictos contribuyen más si son gestionados por métodos «ganar-ganar».

El logro de la armonía al negar los conflictos existentes, por lo general conduce incluso a conflictos más profundos, en oposición a una armonía duradera. Cuando vemos los conflictos como algo que queremos entender y de lo que queremos aprender, se vuelven menos tabú. Así será más fácil conseguir que «todas las cartas estén sobre la mesa».

¿Y qué sucede con las relaciones?

Bajo la perspectiva tradicional en la que hemos visto hay un culpable, un “malo” que ha sido vencido y un “bueno” que ha ganado, el conflicto no sólo sigue presente sino que muy posiblemente se ha acuciado. La relación personal entre las partes queda muy deteriorada y con serias dificultades de ser restaurada.

En estas circunstancias ¿qué ocurre cuando, por contra, la relación debe continuar? Como por ejemplo en el caso de una relación laboral, una relación entre socios de una empresa, una relación con clientes, con proveedores, con colegas de trabajo… ¿Qué sucede si queremos o necesitamos seguir manteniendo la relación de negocio, y sin embargo con este enfoque tradicional hemos “ganado” pero como efecto colateral hemos destrozado la relación personal?

Como vemos, difícilmente podrá haber un mínimo de confianza y será muy difícil seguir adelante de una manera sana y normal. El conflicto y los efectos en la relación igual han quedado tapados, ocultos, pero no nos engañemos, tarde o temprano aflorarán, y en peores condiciones que antes.

Sin embargo, si optamos por la perspectiva de ver qué necesidades tienen las partes, de entender al otro y conjuntamente, con la ayuda de un mediador, encontrar vías, caminos, alternativas, para satisfacer de la mejor manera las necesidades de todos, estamos consiguiendo varios objetivos de manera simultánea:

  • La relación se ve mejorada pues ya hay un interés en escuchar a la otra parte y en buscar soluciones.
  • Nos estamos abriendo a explorar opciones y soluciones que de otra manera no se nos habrían ocurrido nunca.
  • Esta apertura de miras y de búsqueda de opciones posibilita que en lugar de un ganador y un perdedor, salgan dos partes reforzadas y habiendo ganado las dos (“win-win”).
  • El conflicto no se ha ocultado. Al contrario, se ha abordado y gestionado conjuntamente de una manera positiva. Las partes han crecido como personas, mejorando la relación y resolviendo efectivamente el conflicto, en lugar de aumentarlo o taparlo.
  • Ahora sí será posible seguir adelante con la relación laboral, empresarial o de negocio de una manera sana, duradera y posiblemente reforzada.

Ante tu próximo conflicto, ¿qué enfoque prefieres tomar?

Yo, sin duda, el de la mediación.

 

Ref. A Helping Hand: Mediation with Nonviolent Communication. Liv Larsson.

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